diciembre 11, 2008

“24 CAMPANADAS” (DIÁLOGOS)


Me sentía dueño de todo, creí ser invencible, superior, incluso me creía más poderoso que Dios, me regocijaba en mi vanidad y sentía el derecho de humillar a los demás y estar por encima de ellos. Así duré algún tiempo, “la vida es para hacer algo bueno, no para ser un mediocre”, -solía decirlo a solas- “¡no importa si alguien más paga por ello, si quieres algo, tómalo!”, -me repetía-

Pero esto habría de ser derrumbado por algo más poderoso que 100’000 hombres juntos ó 100’000 lingotes de oro y todo el dinero del mundo, esa noche al fuego de la chimenea sentado en mi sofá, bebiendo una copa de Vino el cual un mortal no podría pagar ni con un mes de salario, tocaron a mi puerta; me levanté y respondí al llamado… era ella: LA DEL VESTIDO NEGRO, me llamó por mi nombre y tras esto la plática dio comienzo:

¿Cómo has estado?
Bien -le respondí temblando y con la voz titubeante-.

¿Por qué estás tan nervioso, te ocurre algo?
No -dije-
sólo que es una sorpresa que estés aquí.

¿Puedo pasar?
Si -fuimos hacía donde la chimenea, la cual se extinguió al instante- quedando todo en penumbras.

¿¡Vamos, me tienes miedo?!, ¿Acaso crees que soy mala?,
No, no para nada, lo único que sé de ti es que… nunca perdonas, ¿verdad?...

En este momento se queda en silencio, su largo velo cubre su rostro, siempre mirando hacia abajo, al instante se sienta en mi sofá con las manos extendidas a los costados en posición de trono -seguramente así está acostumbrada sentarse- y a pesar de que mis piernas las sentía en ese momento sin fuerza alguna, me quedé de pie ante ella; la plática prosiguió:

Así es, nunca perdono, pero no es nada personal, sólo son designios más allá de tu entendimiento así como me llevó a los más humildes y desamparados, también me llevó a los poderosos… ¿entiendes?...

Terminando de decir esto alza la cabeza y descubre su velo, la luz de la luna que entra por el ventanal le ilumina… su rostro era… era… lo indescriptible…

Si…-dije, tras varios segundos de inmovilidad sin decir nada-
pero por qué a mí, por qué ahora cuando lo tengo todo, he luchado para ser lo que soy, y a pesar de todo nunca he dañado a nadie… dame otra oportunidad…

No puedo, aparte… ¿por qué habría dártela?, ¿crees merecerlo?...
¡Claro!, ¡¡tengo mucho por hacer, quiero viajar, tener una familia, ser lo que siempre soñé, quiero vivir, aún no es mi tiempo, no debe ser aún...!!

Eso no basta, todo está escrito no puedes prorrogar lo inevitable, ¿acaso puedes detener el nacimiento del nuevo día?, ¿o la caída del manto nocturno?, yo no juzgo, sólo obedezco algo muy superior, incluso superior a mi misma…

Seguí insistiendo, tratando de convencerle por todos los medios y argumentos que me diera otra oportunidad, que tan sólo me dejara vivir más tiempo para reivindicarme si en algo había fallado y limpiarme, quitarme de encima todo lo que alguna vez me había cegado y que por estos o aquellos motivos, me había concentrado sólo en mí; como si el resto del mundo no existiera…

Me encuentro al borde del quebranto, momentos después me daría cuenta que estaba de rodillas ante ella-
¿¡Por qué tengo que ir contigo justo ahora?!, ¿¡Por qué a los asesinos, violadores, ladrones y los hombres que juegan con la vida de otros seres humanos poniéndose a tu nivel les dejas vivir?!

Ya lo he dicho, son designios mucho muy elevados de aquél que su nombre provoca las mil tempestades, creador de la luz y del trueno, de la noche y del día. Cada uno tiene su momento y su hora para que yo los visite, ellos a los que mencionas, me han ofrecido joyas, diamantes, riquezas, metales preciosos, pero nada de eso les ha valido pues su hora está marcada justo como la tuya ahora; y nada podrá cambiar a menos que reciba la indicación contraria…

Mis palabras eran en vano, ella ahora estaba de pie frente a mí, -si antes estaba de rodillas, ahora me encuentro totalmente a sus pies en posición casi fetal- me pide me reincorpore y le acompañe a la mesa que está junto al piano, de su negra túnica saca un pequeño reloj de arena, el cual pone a andar colocándole de cabeza… aquí es cuando me doy cuenta cómo mi mundo se derrumba con un sólo movimiento de su mano…

Tienes 24 horas más de vida, haz lo que quieras con ese tiempo, lo siento, pero en mí no está tu salvación, escrito ya está… MAÑANA REGRESARÉ.

Da la vuelta y se marcha, tras de sí corre un frío que me eriza la piel de manera tal, que mis dientes tañen y siento que las lágrimas se congelan, regreso al sofá para escribir esta carta…
MAÑANA ESTARÉ CON ELLA EN OTRO LUGAR.

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